sábado, 5 de junio de 2010

Volcanismo


Carmen Romero, experta en volcanismo, profesora de la ULL, estima que se puede producir una erupción en cualquier lugar de Canarias. Me imagino que, asimismo, puede acontecer en cualquier momento. ¿Más? Si cada día nos levantamos de la cama con un sobresalto, si los escozores nos traen a mal vivir, si los rifirrafes políticos son el pan nuestro, si el helicóptero me zumba la cabeza cada tres por dos, si el dichoso calor y la calima no me dejan respirar, etc., etc., ¿no son actividades volcánicas más que suficientes? Debo confesar que yo estoy ya medio caliente. Como me arrimen un fósforo, prendo ipso facto.
Este asunto de los volcanes siempre me ha llamado la atención. Y creo tener una buena explicación. Debe ser porque tuve una compañera de ¿trabajo? (en mi última echadura docente) que se dedicaba a tal menester. Tanta afición nos entró (al resto de compañeros), que circulábamos ‘encendidos’ por los pasillos del centro docente. Nos duraba la ‘erupción’ cursos y cursos enteros. No era para menos. Mientras ella, con permisos y consentimientos consejeriles (aun con el aditamento edulcorado de las bajas médicas), “estudiaba” los extraños fenómenos, nosotros teníamos la sacrosanta misión de cuidar a otros fenómenos mucho más pequeños, pero infinitamente más revoltosos –comúnmente llamados alumnos–, porque el organismo que concedía las licencias investigadoras no podía atender algo tan simple que conocemos por el nombre de sustituciones. En la actualidad no se ha mejorado mucho al respecto. No te rías.
Indica la profesora que vivimos en una región de baja frecuencia eruptiva, pero las erupciones producidas muestran una serie de pautas comunes, por lo que se espera que sean esos los rasgos que caractericen las erupciones de ese estilo. Sin embargo cada volcán tiene su propia forma de actuar, en cada erupción siempre ha pasado algo que está fuera de la norma, pero partiendo de las normas habituales de comportamiento sí que se pueden establecer unas pautas y saber qué podemos esperar de estas erupciones
Estos episodios volcánicos que vivimos bastantes en nuestra etapa docente, o de cuidador, o de instructor, y que nos condujeron, inevitablemente, hacia este atractivo campo, se sucedieron, tal y como señala Carmen Romero, siguiendo una serie de pautas comunes, partiendo de unas normas habituales. Efectivamente, mientras la Consejería miraba hacia otro lado y algún funcionario bien ubicado permitía lo que para otro cualquier hijo de vecino es poco menos que un delito, la volcanóloga (vulcanóloga) hacía cursillos (trabajos teóricos), excursiones (trabajos de campo), impartía conferencias (puesta en práctica), y a los que no nos entraba ni un mísero catarro ni nos caía una ceniza en un ojo, debíamos apechugar con todos los movimientos sísmicos colaterales.
¿Por qué ahora y no antes? Bastante simple: ya estoy fuera del ‘sistema’ y no sujeto a los malditos condicionantes que te atan la lengua y las manos. Otros –y otras– también. No obstante, y son las paradojas de la vida, aquellos que por un tris no van a poder ver cumplidos ciertos requisitos de calendarios, pero que tienen años de servicio para dar y tomar, los que se condenaron y enclaustraron en aulas mientras alguna paseaba, deberán, inexcusablemente, seguir quemando neuronas en pos de nobles ideales. Los mismos que algunos, incluyendo la propia consejera de Educación, Universidades, Cultura y Deportes y algún jerifalte de personal, se pasaron por el cráter de los despropósitos. Ellos, causantes de la crisis actual, se van de rositas. Los currantes habrán de persistir en la tarea de bregar por vericuetos repletos de espinas, con la ropa de faena y a la espera de que las erupciones se sucedan de modo fluido. Porque la teoría de la experta que nos ha valido de referencia, para nuestra desgracia no se ha visto cumplida. Porque la sacudida es menester que salga a flote por los cimientos de ciertos edificios que tienen en su fachada un escudo y unas letras enormes que transmiten al ciudadano la creencia de que allí se cuece algo importante (pon Consejería y déjate de circunloquios). Craso error. Hasta los volcanes se han puesto de acuerdo para ir desahogando por lugares menos conflictivos. Lo mismo están, asimismo, subvencionados y no escupen lo que debieran (y por donde debieran).
Creo no haber sido demasiado explosivo, pero ojalá pueda ser detonante para que mucho ‘compadreo’ se acabe de  una puñetera (está en el diccionario) vez. Porque hay más infortunados ejemplos. De todas maneras, si mentí y/o alguien puede sentirse aludido (a la par que ofendido), ya sabe, que explote. Vías de evacuación, infinitas.
A pesar de los pesares, feliz fin de semana.

2 comentarios:

  1. El amigo Álvaro me remite, vía "e-mail", el siguiente comentario, que me ruega 'cuelgue' en esta entrada, pues ha tenido dificultades en hacerlo directamente:

    «Desde chicos nos vienen asustando con "la fin del mundo" y con "el reventón del Teide" que se llevará consigo las siete Islas y los islotes adyacentes. Ahora, en cada reunión de "vulca/volcanólogos" se reproduce el apocalipsis/catastrofismo. Parece que invocaran al maligno Guayota aborigen para que surja algo y puedan estudiarlo "in situ", faltaría más. Juan Carlos Carracedo parece machacar en hierro frío cuando recuerda que estos fenómenos vienen precedidos de señales preventivas, como la campanilla del tranvía o el semáforo ámbar. Poco caso le hacen. En 1971 el bicho del Realejo alertó de la erupción del Teneguía palmero. En definitiva, en vez de tanto "alarmismo barato", deberían poner énfasis y empeño en elaborar planes de emergencia y protocolos de actuación para la gente, con los fondos necesarios. Aquí estaremos a las verdes y a las maduras. (Gracias, Jesús, por la oportunidad, perdón por la poquedad y enhorabuena por el logrado montaje del Teide en erupción -si no yerro- que ilustra el artículo presente). Álvaro H., el viejo.»

    Complacido y... ¡a mandar!

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  2. Aludida y bien aludida. Como sufridora, además del "fortachón del norte" arrojada al cráter de los despropósitos mencionado. Yo no me puedo ir de rositas, pero -ironías de la vida- sí de "rebajas"

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