miércoles, 19 de octubre de 2011

¿Lechones o cochinos?

Ignoro la fecha exacta del comienzo de este culebrón. Pero debió ser en el periodo del último mandato de José Vicente González. Porque en la invitación que me cursa el ayuntamiento, y que puedes ampliar pinchando en la imagen, se hace referencia al presidente de la Comisión de Fiestas de Icod el Alto del año 2001. Algo ha llovido desde entonces. Y los lechones han debido crecer una barbaridad. Allí estaremos para comprobar si las raposas han aguantado bien.
De este tema ya hemos manifestado nuestra opinión en anteriores entregas. Pero aparte de las mil vueltas que se le ha dado a su posible ubicación y a la indefinición y apatía durante los dos mandatos anteriores de Coalición Canaria en el consistorio realejero, quisiera comentarles algo que no salió a la luz. Porque tanto a Paco Palmero como a un servidor la prensa hizo caso omiso ante la ‘protesta’ formulada por la aparición de un escrito de cierto colaborador tinerfeño, pero afincado en territorios peninsulares, que de atrevido e ignorante se metió a formular reparos y pareceres a un reportaje que Diario de Avisos realizó en el año 2007. Tienes una copia por si te apetece entrar en más detalles.
Pues bien, don José María Segovia Cabrera (Madrid) publicó un artículo de opinión (Diario de Avisos, 12-10-07), tras reconocer haber leído –que no entendido– el reportaje anteriormente citado y que venía firmado por Ubay García. Escribía el señor Segovia:
La ciudad de Icod tiene pendiente dónde colocar este monumento de un cochinero en su mula, obra del escultor realejero Pedro Palmero, conjunto escultórico con una altura de algo más de dos metros del que el periódico insertaba una foto con el escultor al lado de su obra. Pero lo que me asombra es que podía ser un monumento de cualquier otra cosa, ya que no hay nada, o al menos yo no he acertado a encontrarlo, que haga pensar que se trata de un cochinero. Si estos personajes recorrían los caminos con los cochinos a rastras, imagino que lo menos que habría que haber incluido es alguna muestra del animalito que daba nombre a la profesión de su negociador, que de lo contrario lo mismo podía ser un labrador que un carbonero.
Y también:
Una ubicación adecuada sería en un lugar algo elevado en la proximidad de la carretera, y así los que pasen en coche sabrán a ciencia cierta que es un cochinero el personaje representado en la obra escultórica.
Eso argumentaba, parodiando a Senante (no en sus tejemanejes “esgaísticos” –lo de ‘Caco’, ni pintado–, sino  en lo de gaviota en Madrid), don José María, personaje de larguísima trayectoria vital que presume de saber muchísimo, merced a su poderosa memoria, de sus queridas ínsulas (a sus escritos me remito). Creo que con los textos en cursiva transcritos tenemos pruebas más que suficientes para que el globo se desinfle. Por ello surgió la respuesta. De la que, en justa correspondencia, rescato asimismo unas líneas que el propio periódico debió pasar, sin más, de la bandeja de entrada a la papelera de reciclaje:
Te diré, querido Pepe, que los cochineros de Icod el Alto, municipio de Los Realejos, no llevaban arrastrando los cochinos; los transportaban cómodamente en unas cestas de varas de castaño que, sujetas a la albarda en posición horizontal, denominaban raposas. Raposas que abriéndose por su parte anterior, dejaban ver los hermosos hocicos de esos animales que tú quieres arrastrar. Quiero entender que estás demasiado lejos para verlos. Distancia que te desautoriza para opinar sobre su colocación y que a la vez te contradice. No necesariamente un lugar elevado en la proximidad de la carretera, como indicas, Segovia Cabrera, informaría a ciencia cierta la profesión del que monta la mula (normalmente, mulo capado).
Es la lejanía lo que no se merece esta obra escultórica y muchos menos para ti que no has visto los porcinos en una fotografía de plano medio.
Que el espectador no sólo pase en coche, sino que se pare, lo observe y muy posiblemente, casi lo acaricie. Y vea, siendo más afortunado que tú, esos agraciados hocicos (en canario, jocico). Y, por qué no, tomarse un buen plato de carne de cabra y un buen vaso de vino.
Si hubiéramos tenido la “suerte” de que esto hubiese caído en mano de otro medio de comunicación impreso, ahora mismo estaríamos siendo felicitados, y citados cada tres por dos, por nuestro acendrado amor a lo canario, a nuestra tierra, a lo autóctono.
Bueno, alegrémonos porque otra seña de identidad adquiere protagonismo. Y felicidades a Paco (que no Pedro), pues otra obra suya pasará a formar parte del patrimonio artístico realejero. Y para los ignorantes urbanos –me incluyo–, una presentación de fotos escaneadas del libro Los cochineros de Icod el Alto, compendio de un trabajo de investigación coordinado por Manuel J. Lorenzo Perera y que mereció el Premio Viera y Clavijo en el año 1982.

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