La pasada
semana salió una información en Diario de Avisos que nos trasladaba al colegio
privado Nazaret, de Los Realejos. Y lo ponía como claro ejemplo de educación
social. Se basaba la crónica en un proyecto que han llevado a cabo en el citado
centro y lo ensalzaban a la categoría del no va más (expresión coloquial:
aclaración pertinente para los que se pican sin comer ajos), merced al buen
hacer de un claustro de profesores comprometido.
Fui al
periódico desde Facebook. Alguien, al tiempo que felicitaba muy efusivamente su
labor, colgó el enlace correspondiente (el link,
que dirían los entendidos). Y uno que ha estado ligado toda su vida a la
escuela pública (en la que estudiaron sus hijos y ya una nieta recorre pasillos
y corretea por sus patios), defensor acérrimo de la misma (otro día te explico
el porqué de mis estudios de bachillerato en el Colegio San Agustín), nada
tiene que objetar –jamás lo ha hecho– a la existencia de colegios privados. Por
muy concertados que me los quieran vender. Porque ese particular no le
confiere, como pretenden hacer ver algunos (incluidos socialistas y comunistas
de nuevo cuño), en manera alguna, un estatus diferenciador. Son privados, y
punto. Con la salvedad de que los pagamos todos, aunque ellos cobren luego por
otros conceptos añadidos (no incluyo el desgate de pisos, que parodiaba Gila),
bien per se, bien a través de Ampas u otros.
Pero como
este es un tema que he plasmado por escrito en multitud de ocasiones en estos
bastantes largos años de presencia en medios públicos, vamos al meollo de la
cuestión: la educación social (educar en valores, les gusta mentar a otros). Me
da la impresión de que se intenta sobredimensionar el calificativo social más
allá de lo que se le debe presuponer a la educación en sí. ¿O es que, acaso, el
resto de instituciones docentes, incluidas las públicas, no lo hacen?
Aquellos que
sufrimos los atascos que se producen durante las entradas y salidas del centro
privado en cuestión (añadan, si les apetece, el Pureza de María, en La Montañeta, donde el
erario público costeó una vía alternativa de muchísimos millones, sin que ello
haya paliado el desaguisado circulatorio en la carretera general), dudamos muy
mucho de la educación social de los padres que paran, y se toman el tiempo
necesario sin consideración alguna hacia el resto de ciudadanos, en la calle El
Sol para dejar al primar vástago, y, unos instantes después lo hacen, sin rubor
alguno, en la calle El Llano para dejar al segundo. Bien podrían las monjas
dejar libre una semana a los alumnos y darle unos cursos de urbanidad, civismo,
respeto y demás a los progenitores. Porque ya me dirán de qué demonios (con
perdón, qué atrevimiento) valen las consignas que te pongo a continuación en
cursiva, extraídas de su web, en un estado aconfesional como es el nuestro
(artículo 16 de la
Constitución) y que establecen una clara discriminación a la
libertad ideológica, religiosa y de culto:
La formación de familias cristianas,
mediante la educación de la infancia y de la juventud educando a la vez la
inteligencia y el corazón de cada uno de los alumnos.
En Nazaret se vivió el Evangelio antes de
que se proclamase, la vitalidad de los Colegios de la Congregación nace del
Evangelio, que presenta a Jesucristo como Modelo para todo ser humano y
que respeta, tiene en el centro y cree en el valor de toda persona. Para
que los centros educativos de la Congregación de las Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de
Nazaret puedan llevar a cabo eficazmente su proyecto educacional, su identidad
ha de ser reconocida y aceptada por todos aquellos que intervienen en la
actividad educativa, sea cual sea su función y su nivel de responsabilidad y
deben ajustar a ella su comportamiento personal.
Una concepción trascendente del hombre y del
mundo que propone a Jesucristo como la plena realización de la persona,
presentando el mensaje del Evangelio inserto en las peculiares situaciones
socio-culturales, personales o de grupo y ayudando a todos y a cada uno a
encontrarlo en la propia experiencia de fe.
Es lo que
jamás he entendido de todas las religiones. De puertas adentro, la teoría; de
puertas afuera, una práctica que no concuerda en absoluto. Los mensajes se
ahogan al traspasar los accesos del edificio. Y la falsedad es aún mayor en
quienes te espetan que la categoría de un privado no te la puede dar un
público. Pero no se recatan lo más mínimo en quitarse de encima aquellos
elementos que estorban. Y no porque no crean en Jesús, que sí lo hacen (es la
primera fase de la formación), sino porque la inteligencia (término relegado a
un segundo orden) pone de manifiesto algún fallo de fábrica.
Justo
enfrente de esta maravilla se ubica otro colegio. Público y sin privilegios.
Con unos profesores que merecen, aparte de todas las consideraciones, más
medallas que las concedidas al vecino. Porque con incomprensiones y recortes, y
quizás sin proponer, en la teoría más mendaz, a Jesucristo como modelo –puede
que ese sea su pecado–, realizan una labor social sin parangón. Y regados por
el pueblo, otros muchos. Con carencias y penurias, trabajando con mezclas que
los encumbrados no tienen ni por asomo, pero con una FE ciega en proyectos
educativos que se hallan muy por arriba de sectarismos y encasillamientos,
abiertos y plurales, como lo es la vida misma.
Lo dejo,
aunque seguiré trabajando (escribiendo) con el objetivo de cambiar el mundo.
Se me pasó por alto: Parece que los centros concertados (los pagamos tú y yo) han abonado la extra navideña. ¿Por qué? ¿De dónde sacaron el dinero? Que me responda el consejero. O el mismísimo presidente. Si fuera posible mañana 28, que es día de los inocentes.
ResponderEliminarAnda, escribe mejor, me hizo mucha gracia tu artículo y tu ignorancia, tanto a la hora de expresarte como a la de informarte. Muchas gracias por demostrarnos de nuevo que la gente necesita un lavado de cerebro.
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