Estuve diez
días por tierras conejeras. De la estancia iré dejando fiel reflejo en la
versión dos de este blog y cuyo enlace hallas a tu derecha si a bien tienes
pinchar en ese dibujo que representa una escuela de aquellas en las que tú y yo
dimos nuestros primeros pasos en el basto mundo del saber. Me dio tiempo –si no
me cuelgan– de saludar a varios amigos que uno tiene en la Isla de los Volcanes. Asistí,
incluso, de la mano de Candelaria Ledesma, a un acto de entrega de premios en
el CEIP Ajei, en San Bartolomé. Algo que, afortunadamente, no me produjo
escozor añadido a las jaquecas propias de la edad jubilosa. También acudí a uno
de los ensayos de la
A.F. Guanapay, en La Villa, y compartí un buen
rato de música y bailes, porque este señero grupo debía trasladarse a este
Norte tinerfeño para celebrar, con las nobles gentes del Pago de Higa, el
festival ‘Margullando tierra adentro’, en la villera sala Teobaldo Power.
Este pasado
sábado tuvo lugar el citado encuentro en un ambiente cargado de emotividad, y en
él pudieron escucharse versiones –de aquí y de allá, de allá y de aquí– de los
aires más tradicionales de nuestro acervo cultural. En una sala con una
considerable asistencia de público, tuvimos la oportunidad de pasar ameno rato
y de platicar un fisco con muchos que nos honran con su aprecio y simpatía.
Margullando
tierra adentro nació como un proyecto a realizar en Puerto de la
Cruz. Pero no pudo ser. Y el colectivo que
preside Benito quiso rescatarlo para esta ocasión. Ojalá se perpetúe y podamos
seguir siendo partícipes del acontecimiento. En la noche villera (la de aquí),
Cari Díaz, otra perdomera “desaprovechada” –al decir de Manolo Pérez,
distinguido en el transcurso de la velada con la Cachimba de Plata–, leyó,
entre otros, los siguientes párrafos:
Margullar. Margullir. Son canarismos
procedentes, como otros muchos, del portugués. No olvidemos que Canarias,
encrucijada de caminos en medio de la mar océana, punto de encuentro de tres
continentes, ha sido receptora, y al tiempo difusora, de costumbres,
tradiciones, en suma, de cultura. Aquí,
en Puerto de la Cruz,
lo entendemos como “nadar por debajo del agua”. Y cuando éramos más jóvenes,
competíamos para comprobar a quien le aguantaba más la caja del pecho, como
dijera el gran Pepe Monagas, ese personaje entrañable de las obras del escritor
grancanario Pancho Guerra.
La
Agrupación
Folclórica de Higa
procede de tierras de buenos vinos. En las que también se margulla la viña.
Porque ese extraño vocablo de margullar o margullir que ha hecho posible el título
de este espectáculo, también significa acodar, término que sí recogen los
diccionarios al uso en el sentido de meter debajo de tierra el vástago o tallo
doblado de una planta sin separarlo del tronco o tallo principal, dejando fuera
la extremidad o cogollo de aquel para que eche raíces la parte enterrada y
forme otra nueva planta.
Abrió el
fuego la Escuela
de Folclore de Higa. Los menudos (chinijos, versión de allá) nos brindaron los
entrantes de rigor. Algunos, sin levantar más de tres o cuatro palmos en el
escenario, se desenvuelven cual expertos bailadores. Llama la atención,
asimismo, la versatilidad de los pequeños artistas, a quienes puedes observar
danzando la Berlina
de El Hierro en un instante, para cambiar las figuras armoniosas del baile por el
rasguear de las cuerdas de un timple en el siguiente envite. Felicidades por la
encomiable labor a Ernesto y Moisés.
Temo no ser
demasiado objetivo en cuanto diga o escriba de Guanapay o de Higa. Porque los
condicionantes del afecto y del cariño pesan demasiado. Y eso no está bien
cuando se trata de informar. Y un churro, yo también opino. Y solemnemente
proclamo que hablaré con la concejala del ayuntamiento realejero para que el
próximo año 2014, Guanapay represente a Lanzarote en el Festival de las Islas,
porque solo lo han hecho en una ocasión y otras agrupaciones, cuyos nombres
obvio pero que basta repasar los programas de ediciones anteriores (¿dónde
compro el libro, Jonás?), han acudido a nuestra villa (otra más) en tropecientas citas. Asterio, échame una
mano. Si somos dos los que se lo decimos a Isa, lo mismo la convencemos. No te
rías, Rayco, y si somos tres, mejor. Vale, y con Mari, y con Magda, y con
Domingo… Las confianzas que da una placa en la entrada de la Casa Municipal de la Cultura.
Era casi la
medianoche cuando concluyó el encuentro folclórico. Con la que yo denomino Isa
de la Convivencia. En
la que se confunden los estilos y se mezclan sentimientos al tiempo que se
afianzan lazos de confraternidad en esas largas cadenas de manos entrelazadas.
Mi más
cordial enhorabuena a todos por hacerlo posible. A las autoridades, por su
apoyo. A Guanapay, por su entrega que permítanme simbolizar en las bellas palabras
de presentación de Sara Bermúdez. A Higa, por ser, como siempre, perfectos
anfitriones.
Los
espectadores, me incluyo, salimos con buen sabor de boca. Después del margullo,
con exquisitos gustillos salitrados. Que se repita.
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